martes, agosto 25, 2009

Gane hoy






Las balas atravesaron su cuerpo, epidermis, dermis, en fin, piel. Musculo hueso, musculo, tendón, dermis, epidermis, sangre, rojo, olor a muerte.
Al caer, no sabía que era mejor, si levantarse y continuar resistiendo la lluvia de balas, cual si fuese un enjambre de abejas cuando se les molesta, o quedarse en el suelo y soportar el asfalto caliente a por lo menos cincuenta grados centígrados, bajo ese sol canicular del medio día.
Se ahogaba en sus propios fluidos, las palabras morían al momento de nacer y cada intento por hablar era igual a bañarse el rostro con sangre y aumentar la agonía.
Las gentes en todo el puerto de Buenaventura se habían dado cuenta de lo que sucedía. Todos dentro de las casas, bien de madera o de ladrillo y cemento. Ocultos bajo las camas, acurrucados en las cocinas frente a la imagen de la santísima maría del Carmen “para que nos libre de todo mal.”
La lluvia comenzó a caer, cada gota cargada de sal y furia intentaba lavar desde ya y para siempre los acontecimientos.
El, aún en el suelo, recordaba la mañana de ese mismo día, cuando su mamá, esa vieja que ya pintaba canas le dijo: “Mijo, vea, ve, no salga de su casa hoy, pa’ onde va con esa arma, deje ese aparato aquí en su casa. No maj se vino de allá de sus nortes pa’ hacelo sufri a uno, pa’ manteneme con el Jesús en la boca. Ay mijo, siéntese tranquilo y desayúnese su tapa’o y su taza e’ claro, tranquilito como cuando era niño”.
Y recuerda también la respuesta que le dio: “Mamá que le pasa. ¿yo acaso soy muchacho?, no moleste no ohmss. Yo veré que hago con mi vida, mas bien, deme la bendición que me voy”.
Se monto en el carro y arranco, salió del barrio para dirigirse hacia la única avenida que tiene el puerto. Rap a todo volumen, 2 Pac “good bless the death”.
De repente, su camioneta, último modelo, sufrió un impacto, algo que estallaba. Bajarse del carro corriendo y disparar.
Ahora en el suelo…
“Ahora si hijueputa, aletieme pue’.
Braviame como ese día, ¿qué muy norteñito? ¿Por eso tenemos que aguantalo’?...
Noo mi’jo, aca el asunto es distinto desde hace tiempo, di’ hace rato viene con la vaina.
El hombre apunto directamente a la cabezo del otro en el suelo y “tum, tum”.
Aire, cabeza, crash, sesos, crash, suelo, adiós…
Ahora era tan solo el muerto, ya no mas el norteñito.
Y pensar que todo lo que hizo fue para ganar respeto y salir de esa pobreza tan aplastante; porque desde niño vio como el que “viajaba pa’ los norte” y podía volver, siempre traía el botín, la marmaja, las lucas, los verdes ¡los dolorosos!
Y traían también, las zapatillas, las películas, las camisetas grande, anchas y de mala calidad. Mirando con desdén y hablando en ingles a aquellos que no tienen ni han tenido el valor para meterse en un container de polizonte.
Al volver, tres de sus cinco maletas llenas de fotos y un cuadro grande de un billete de cien dólares y la cara del norteño reemplazando la cara de Franklin.
Cuando viajo, la verdad, no le fue muy bien, le toco comer física mierda, que era mejor, comparado a la humillación de buscar comida en los tarros de basura de esos blanquitos. De a poco conoció gente, hizo contactos y lo pusieron a trabajar, a que se ganara sus pesos.
Comenzó repartiendo unos cuantos gramos de “la blanquita”, hasta que reunió para un plante propio y poder distribuir un kilo completo y luego mas. Juntar suficiente para poder mandar 800 dólares semanales “pa’ que construyan y se coman algo”, unos cuantos pesos extra para el ahorro, hasta que lo cogieron.
Por suerte lo cogió la policía federal y después de diez años lo devolvieron para su casa; ¿pero qué? Si ya tenía lo suficiente para llegar y creerse el dueño del mundo. Los contactos le sirvieron para poder hacer unos embarques y seguir manejando “la basura verde” desde su casa y entrarla en bultos.
En una fiesta en el puerto, un party, después de una caravana, él era el centro de atracción, todos miraban como ostentaba con la plata.
Las mujeres se sentían atraídas, los hombres envidiaban, los más sensatos se fueron. Y como ya era el dueño del mundo, atacar a cualquiera sería fácil.
Y ante su derroche y su embriaguez, desenfundo su pistola y apuntándole en la cara al otro le increpo: “entonces que baboso, te guste o qué”.
“Fresco brother, gane hoy”

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