miércoles, septiembre 30, 2009

Amanece

Amanece de nuevo...
Si bien amanece todos los días, a veces no nos percatamos de esas cosas simples, de esas cosas sencillas que ofrece la vida.

El sol empieza a brillar desvaneciendo algunas nubes, las flores se abren lento emitiendo susurros de angeles, el viento frío sopla y se cuela por la ventana.
En la cama tu, dormida, sonriendo después de habernos amado toda la noche.
Desde esta silla te observo.

En realidad, transformas en magia el ambiente de esta habitación de hotel, de este lugar oscuro, húmedo; pero ahora lo único que siento es el calor de tu cuerpo, tu olor de hembra, la humedad y el sabor de tu sexo.
Susurro margaritas, azucenas y amapolas que nacen en mi corazón y se riegan de mi boca por todo tu cuerpo.

Abres los ojos...

Y siento una ridícula vergüenza de ser sorprendido espiando, cual felino agazapado acechando su presa.
Estiras la mano queriendo alcanzarme, como si la distancia entre la cama y esta silla desde donde te observo fuese un insondable abismo.
Me levanto y avanzo.
Siento como tu mirada acaricia mi cuerpo desnudo, y al tiempo, despacio, cuentas los pasos, uno... dos... tres...
Suspiras, cierras los ojos, el cuarto paso lo imaginas.


Abres de nuevo ese par de soles que son tus ojos que me miran con ardor.
Abrimos las bocas, permitimos que las lenguas descubran nuevos puntos en los cuerpos y nos dejamos llevar nuevamente en esta carrera frenética de enredar los cuerpos y confundir nuestros sexos.

El sol avanza... creo que así fue como comencé.
Prometo volver como los marineros, sellaste mis labios con un beso. No son necesarias las promesas entre nosotros, ni siquiera es necesaria una despedida, hoy bastara con un hasta siempre, mientras cae la tarde.

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