jueves, agosto 17, 2006

DEPRESIÓN


Hay un hombre que me sigue todos los días, llega hasta mi presencia, para desvanecerse en llanto.
Sujeta su cabeza con furia, si pudiese, sus dedos desprenderían su rostro para librarlo de la vergüenza de ser observado. Cae de rodillas, llora lenta y profundamente, como si hace muchos años no lo hiciera.
Mientras, me conmuevo, no puedo soportar tanta miseria, llego hasta él y trato de darle aliento.
-Que pasa, no puedo levantarlo, tan pesada es tu carga, vamos, levántate, mírame, calma tu pesar.
Aquel tipo, aquel personaje que me sigue todos los días, se incorporo lentamente, como si su lucha fuese a cortar mil cadenas que lo detienen.
Finalmente levanto su rostro y fue tan familiar, aquella cara fue tan especial, tan intima, que la sentí propia, y fue de repente que clavo su mirada en mis ojos, me sentí tan intimidado, trate de huir, pero no pude, su mirada tan llena de recuerdos y soledad, de temor y dolor, me congelo allimismo.
Tuve miedo, un miedo que no estaba dispuesto a soportar, y sentí mucho mas temor, cuando hundió una mano en su pecho y extrajo un corazón muerto, con miles de ataduras y casi en remiendos...
Fue entonces que cerré mi puño, y con toda la ira de mi alma lo estrelle en su rostro que se desintegro rápidamente al impacto, y con toda esa rabia, con toda esa furia que ahora me embarga pateo sus pedazos en el suelo“y quiero golpearlo una vez mas, quiero matarlo una y mil veces, pero es una verdadera lastima que los espejos no sepan defenderse.

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